Esperanza de vida: Hombre Biónico
Quienes han perdido una mano afirman que lo que más
extrañan es poder hacer cosas sencillas, como sostener un vaso de plástico sin
aplastarlo o levantar una hoja de papel de una superficie plana.
Adrian Ware, electricista
australiano de 32 años, perdió la mitad del brazo derecho hace casi una década
a causa de una terrible descarga eléctrica. Le colocaron una prótesis, pero
durante años sólo pudo usar la mano izquierda. Entonces, a fines de 2007, se
convirtió en el primer australiano en recibir el implante de una mano biónica.
Ahora puede mover los cinco dedos por separado, agarrar objetos y girar la
muñeca. “Me ha dado muchísima confianza —dice del aparato, importado del Reino
Unido—. Ya no me preocupa que se me caigan las cosas”. La creación del hombre
nuclear de la famosa serie de televisión de los años 70 quizás haya costado
millones de dólares, pero hoy esa fantasía está muy cerca de hacerse realidad.
En los últimos cinco años, científicos de todo el mundo han logrado enormes
avances en el campo de la biónica médica: desde ojos y oídos hasta corazones y
riñones artificiales.
La biónica, aplicación de los conocimientos
biológicos al diseño y fabricación de dispositivos electrónicos y mecánicos,
parte de la base de que el cuerpo humano tiene una carga eléctrica natural: los
millones de células que lo integran son micro baterías provistas de la vigésima
parte de la carga de una pila de 1,5 voltio.
Las células se comunican entre sí por medio de
señales eléctricas y del consiguiente intercambio de proteínas. En teoría, si
se hace pasar electricidad por una parte del cuerpo de manera dirigida, se
puede regular su funcionamiento a nivel molecular y, de esta forma, estimular
nervios y músculos para que funcionen normalmente. Las posibilidades son infinitas.
El primer implante biónico exitoso, el coclear, fue
creado en Australia por el profesor Graeme Clark hace unos 30 años. Este
aparato, que reemplaza la función de la cóclea (o caracol) del oído interno, ha
devuelto la audición a miles de personas sordas.
Aunque el implante coclear aún dista de ser perfecto, admite Clark, los
esfuerzos por mejorarlo han permitido aprender mucho sobre la transmisión de
impulsos eléctricos al tejido nervioso. En Australia, el Instituto del Oído Biónico, el Hospital Saint
Vincent y la Universidad de Wollongong están investigando muchas otras áreas en
que podría aplicarse la biónica médica para cambiar vidas.
Médicos australianos ya han logrado algo que era
inimaginable hace una década: dotar de “visión” a personas ciegas. Cirujanos de
la Fundación Australiana del Ojo Biónico, con sede en Sydney, han logrado
devolver sensaciones visuales básicas a pacientes ciegos mediante la
implantación de microelectrodos en la membrana externa del ojo o en el área visual
del cerebro.
El paciente usa unos anteojos (u otro dispositivo) con una minicámara montada
en el armazón, y las imágenes que ésta capta son procesadas por una computadora
de bolsillo que las convierte en estímulos eléctricos. cuando estos estímulos se transmiten a los
electrodos, la persona ve una matriz de puntitos luminosos que representan la
figura u objeto.
“Al tener una idea de los objetos grandes y vanos de puertas que hay dentro de
su campo visual, el paciente puede esquivar obstáculos y aumentar su
movilidad”, explica el doctor Vivek Chowdhury, miembro de la fundación.
Expertos del Instituto del Oído Biónico de Australia e investigadores de los
Estados Unidos, Alemania y Bélgica han logrado implantar los electrodos en la
retina misma. En la Universidad del Sur de California, los implantes retinianos
ya han hecho posible que algunas personas ciegas vean luz, movimientos y
formas.
Cuando los nervios se lesionan, la regeneración
suele ocurrir de manera errática. Es por eso que quienes se lesionan la médula
espinal pierden toda sensibilidad: los nervios no se reconectan bien en la zona
dañada. Con el uso de los nuevos polímeros podría controlarse la reconexión de
los nervios y reparar el daño.
La nanotecnología permite crear tubos de carbono miles de veces más delgados
que un cabello humano para construir un soporte sobre el cual los nervios
puedan regenerarse. Con los polímeros inteligentes se podría encontrar la
combinación correcta de factores de crecimiento y de inhibición para que los
nervios se reconecten, lo que permitiría restablecer la sensibilidad, asegurar
que los mensajes cerebrales se transmitieran por los nervios nuevos y devolver
al paciente la capacidad de caminar. El profesor Graeme Clark prevé la creación
de un prototipo del soporte polimérico en un plazo de cinco años.
En algunas partes del mundo ya se está trabajando
con polímeros orgánicos. Estos plásticos conductores de electricidad pueden
manipularse para que reaccionen de formas específicas al aplicarles una
corriente eléctrica y programarse para que absorban o repelan proteínas, agua o
ADN, según la parte del cuerpo en que se coloquen, explica Gordon Wallace, del
Instituto de Investigación de Polímeros Inteligentes de la Universidad de
Wollongong. En el caso del implante coclear, por ejemplo, lo anterior podría
significar una mejor interacción entre el aparato y las células nerviosas del
oído. Y el dispositivo podría tener una aplicación aún más importante: reparar
daños de médula espinal.
En los Estados Unidos ya se puso a la venta el
primer corazón artificial implantable del mundo para enfermos de insuficiencia
cardíaca y otras cardiopatías graves cuyo único tratamiento posible es el
trasplante.
El AbioCor, que funciona con baterías, ocupa el
lugar del corazón natural en el pecho, mantiene el ritmo cardíaco y bombea
sangre a los pulmones y al resto del cuerpo. Lo que lo hace extraordinario es
que es completamente implantable: los pacientes no tienen que estar conectados
con cables o tubos a enormes máquinas.
El aparato, fabricado por la empresa Abiomed y
aprobado como producto comercial por la autoridad sanitaria en 2007, consta de
tres partes internas —una unidad torácica, una batería recargable y un diminuto
mecanismo electrónico— y un juego de baterías externo.
Una nueva tecnología desarrollada en los Estados
Unidos podría permitir a personas con discapacidades físicas graves controlar
con la mente el televisor, el teléfono y las luces de la casa.
El sistema Brain Gate utiliza tecnología cibernética para analizar el lenguaje
de las neuronas. Un chip (a la derecha) implantado en el cerebro de una persona
tetrapléjica analiza las señales neuronales, que se siguen generando aunque no
lleguen a brazos y piernas, y, con sólo pensar, el paciente las convierte en
movimientos de cursor en una computadora. También se está trabajando con esta
tecnología para que los paralíticos puedan controlar con la mente prótesis,
sillas de ruedas y, en el futuro, su respiración, movimientos intestinales y
vejiga.